La patología social de las sociedades modernas

Durkheim dotó a la Sociología de un objeto específico: lo social, distinto de lo psicológico y de lo biológico. En este sentido, si pretendemos explicar el comportamiento humano, deberemos acudir a categorías y conceptos específicos y propios; de esta manera las relaciones, los hechos sociales dejarán tanto de explicarse desde la subjetividad del observador como de atribuírseles una naturaleza que no sea únicamente social.

Como todo organismo, para su pervivencia necesita mantenerse unido, la sociedad necesita estar cohesionada. Necesita existir sobre la base de un consenso básico entre quienes la componen, de manera que todos actúen en la misma dirección. Para Durkheim, la sociedad está fundamentada en el consenso.

Las sociedades modernas se caracterizan por la solidaridad orgánica, cuyos miembros se especializan y complementan en virtud de la división del trabajo social, desarrollando una singularidad individual integrada en función de esa interdependencia. Durkheim la considera como un factor esencial de la personalidad individual al hacerla más libre y más completa.

La vida de la especie requiere de una sociedad cohesionada donde existan formas de solidaridad que permitan el intercambio, compartiendo la energía colectiva y reponiendo la de los individuos cuando se les agota. El ser humano
posee necesidades infinitas, nunca se sacia a diferencia de los animales, necesita pues dominar sus pasiones y como esto no le es inherente, ha de ser una fuerza exterior a él, la moral, la encargada de establecer esos límites. La sociedad proporciona así normas morales, legitimadas por la mayoría.

Para funcionar correctamente, la sociedad necesita solidaridad y equilibrio, con este fin genera normas de comportamiento que parten de la razón y del consenso, que por construidas son externas a los individuos y
que han de aprenderlas. Sin embargo, la moral de las sociedades modernas tiene su propia patología. Los cuerpos sociales son susceptibles de enfermar. Cuando, en ocasiones, la sociedad es perturbada por alguna crisis, la normalidad normativa se quiebra temporalmente, siendo incapaz de ejercer esa influencia, produciéndose entonces situaciones de anomia.

En la nueva sociedad industrial y posrevolucionaria de Durkheim, las viejas formas de cohesión (familia, religión y territorio) dejan de funcionar correctamente, se hacen entonces necesarias nuevas formas de organización que devuelvan orden y equilibrio. Y sólo las organizaciones políticas  y económicas tenían suficiente vitalidad como órganos de integración social.

Durkheim encontraba su sociedad extremadamente atomizada, demasiado individualista. Este individualismo tiene su origen en la modernidad y deja al sujeto abandonado a su inercia, entregado al egoísmo. El individualismo no es necesariamente malo, es más, es necesario y coherente con la racionalidad moderna, con la industrialización, etc., y sirve de base a la adaptación y a la evolución sociales. Empero un individualismo especialmente intenso acabará por quebrar el sistema, pues deja al individuo a merced de sus pasiones y necesidades, que son ilimitadas. Así, abandonado a su egoísmo y sin un orden moral que se sobreponga, el individualismo moderno puede terminar rompiendo la cohesión social. Para evitar la enfermedad social de la anomia, la solución es generar centros de vida comunitaria, que como miembros de un solo organismo contribuyan a esa unidad.